sábado, 10 de mayo de 2014

Lorca, tres años después / José García Murcia

Pasados tres años y vistos miles de titulares sobre los terremotos de Lorca, sus consecuencias y el proceso de reconstrucción, quisiéramos ver el futuro. No queremos magullar sobre la zozobrosa, lenta y torpe gestión. Ya hemos hablado del cinismo recalcitrante de Valcárcel, de la ineficacia de la excomisionada García y el subsecretario Garcés, y de la falta de firmeza y exigencia del gobierno local.

No obstante, es preciso reclamar que termine la larga espera de los edificios que inconcebiblemente aún no se han derribado, que se levanten el cien por cien de las casas, y que se salve con razón y lógica el gran despropósito cometido con el barrio de San Fernando, cuyas 232 viviendas representan un sexto del total de las derribadas. También sería conveniente la asunción de responsabilidades por parte de las instituciones y personas que actuaron negligentemente, siendo el caso más flagrante el del IES Ros Giner, cuyas obras, tras la fallida primera adjudicación, siguen pendientes. O que dimitiesen los que aseguraron que habría Plan Lorca en tiempo, forma y con dinero suficiente y no lo consiguieron ni lo conseguirán. Tampoco aparecerá la celeridad precisa para la reconstrucción del moribundo casco histórico, ya que hasta el plan director de recuperación del patrimonio histórico se ha aletargado, como los planes de vivienda o empleo.

Lorca no ha finalizado su primera etapa de reconstrucción ni mucho menos ha llegado al ecuador. Ni siquiera la reconstrucción de templos, aun siendo los que más atención tuvieron. No digamos en materia de vivienda, donde 1.400 familias esperan con ansia en el mejor de los casos la terminación de obra y en muchísimos otros su comienzo. La propia información oficial ofrece como datos más optimistas que este verano estarían terminadas las primeras quinientas casas de un total de más de 1.500 derribadas. Cada uno podrá valorar si el tiempo trascurrido es suficiente o no como para ofrecer mejores resultados.

Queremos pensar en el futuro, pero la realidad nos atrapa como un remolino que impide salir de la pesadilla. Y caemos de nuevo presos en la tela de araña que tejieron el exconsejero Sevilla y el alcalde Jódar con la petición de financiación extraordinaria. Decían que Lorca estaba a las puertas de su mayor transformación urbana y pusieron en marcha los planes de regeneración en barrios, con el préstamo de 185 millones de euros del Banco Europeo de Inversiones, que fue la salida in extremis al malogrado Plan Lorca. Y así, el Gobierno regional trata de salvar su propia cara y la del Gobierno de España, del que no pudo arrancar más compromisos que el pago de la mitad de las ayudas de alquiler, la reparación y reconstrucción de los inmuebles sin seguro, las exenciones del IBI o los nulos planes Reindus.

Y aún metidos en esa urdimbre espesa, donde la luz apenas encuentra paso, debemos centrar la atención en la gestión de esos fondos y en sus resultados. La propaganda oficial dibuja una cortina de humo ante los problemas que arrastra la reconstrucción, buscando situar a la sociedad lorquina ante una nueva etapa, como se intentó en el segundo aniversario, cuando se hablaba del 'mar de grúas'. De nuevo el hacer gubernamental es soberbio y reclama protagonismo. El acuerdo con la sociedad le resta tiempo y las organizaciones vecinales y de damnificados resultan molestas. Por eso, los directores políticos caminan solos.

La génesis de esos proyectos eludió el debate social, el político, y, lo que es muy grave, el criterio de los técnicos locales. Políticamente se depositó su gestión en la consejería de Obras Públicas, dejando al Ayuntamiento el papel de comparsa y desposeyendo a la sociedad local del derecho a conocer y decidir.

El futuro obliga a repensar sosegadamente el urbanismo de los barrios altos, tanto por la fragilidad de su caserío, como por la escasez de servicios públicos y la complejidad de su callejero. En estas zonas, donde el plan Urban apenas ha modificado su realidad, es necesario un planteamiento técnico correcto y un acuerdo social y político.

Resta por llegar también el ansiado plan de reactivación económica. La industria y los servicios caen en picado. El comercio del casco urbano se hunde.

El cambio de presidente y consejeros con carácter transitorio hasta las elecciones de 2015 en el Ejecutivo regional, lo ha dicho Garre, no alterará el camino marcado. Es decir, mucha voluntad pero muchas menos realidades. Por su parte, el gobierno local cada día es menos permeable a sugerencias. Esa fue siempre la posición del alcalde: enfrentamiento a la lícita, lógica y por derecho necesidad de expresión y reivindicación ciudadana. Más allá de los resultados, las actitudes cuentan y su enjuiciamiento corresponde a la sociedad.

Lo vivido y por vivir en Lorca es consecuencia de un hecho trágico excepcional, pero posible también en cualquier otra ciudad. La lectura detenida del proceso en el que está inmersa la ciudad, de las disposiciones legales adoptadas y de las políticas seguidas, facilitará intervenciones futuras. Esa será la mejor de las lecciones una vez salvados todos los obstáculos con los que está chocando la reconstrucción.

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