lunes, 23 de septiembre de 2013

Renovación de las élites y cambio político en Murcia / Patricio Hernández *

La anunciada dimisión del presidente Valcárcel y las previsiones de sustitución en los próximos meses de otros dirigentes de significativas instituciones y organizaciones de la región (CROEM, Cámaras de Comercio, Universidad de Murcia, etc.), junto a los cambios ya producidos en sectores como las Cajas de Ahorro, y los que puedan derivarse de los procesos congresuales abiertos en sindicatos y partidos, ha permitido que algunos vuelvan a esa invocación recurrente de hablar de una ´segunda transición´, aplicado ahora a la Región de Murcia.

A falta de otros contenidos mucho más de fondo, el concepto se refiere por ahora exclusivamente a la renovación en marcha de las viejas élites político-económicas que han dirigido la región en las últimas décadas. Pero, ¿puede llamarse a esto, per se, incluso si tiene mucho de cambio generacional, una ´segunda transición´? ¿entre qué y qué se produce la transición? ¿qué va a cambiar con la renovación personal?

A lo largo de los dos últimos siglos de nuestra historia regional se han producido diversos procesos de renovación de las élites y las clases dominantes, aunque nunca se ha roto la íntima conexión del poder económico y político. El viejo caciquismo oligárquico ha sabido ´gatopardescamente´ sobrevivir y adaptarse al cambio de los tiempos, reestructurándose como exigüo grupo social con la incorporación de nuevos actores en ascenso.

«La oligarquía, como sistema, y el caciquismo, como instrumento „exclusión de la voluntad de los más„, son anteriores al régimen constitucional y al sufragio y han persistido con ellos», decía Manuel Azaña. Y las tierras de Murcia fueron quizá históricamente el mejor ejemplo de ello. Estos atavismos de dominación política y de clase no nos han abandonado todavía.

Así, si el historiador Rodríguez Llopis escribía en su Historia de la Región de Murcia (1998), refiriéndose al ciclo desarrollista de los años 60 del siglo pasado que en la región «surgieron y crecieron numerosos patrimonios al amparo de la actividad política de sus creadores, que manejaban información privilegiada a través de la ostentación de alcaldías y cargos provinciales; la creación de inmobiliarias con políticos como socios fue uno de los mejores ejemplos de todo ello», ¿no podríamos suscribir el mismo párrafo medio siglo después refiriéndolo al boom inmobiliario que está en la base del estallido de la actual crisis?

La plaga de corrupción que nos ha dejado „que ha permitido que se nos cite esta semana en la presentación de la Memoria de la Fiscalía referida a 2012„ y que solo ahora estamos conociendo en su aproximada magnitud (nunca del todo, ya que sólo sabemos los casos denunciados), que nos ha convertido en la región proporcionalmente con más Ayuntamientos inmersos en casos de corrupción (según un estudio de la Universidad de La Laguna para el período 2000-2010 los casos de corrupción alcanzaron al 57,8% de los municipios de la región, siete veces el porcentaje medio nacional, y siguen aparecido más), son el testimonio de la persistencia de los viejos y deplorables hábitos de las élites conservadoras dominantes en la región, de la falta de modernización económica e institucional, y del escaso arraigo de los valores de la cultura democrática.

Esta dominación secular tiene su correlato, retroalimentado como causa y efecto, en el clientelismo, la apatía y la sumisión de amplios sectores sociales, sin los cuales no sería posible. Es a lo que se refería hace un siglo el periodista y escritor Martínez Tornel cuando hablaba de «esa inmensa mayoría de los murcianos que parece que no se enteran de nada, que les es completamente indiferente cuanto se hace en la población, que no figuran en ninguna asociación ni suscripción» (1912), y que ahora es las mayoría silenciosa a la que apela el PP.
 

Por eso tenemos que ser escépticos sobre el significado de esa supuesta ´segunda transición´. La agenda política oficial de la región sigue dominada por la habitual santísima trinidad de agua, financiación e infraestructuras, junto a la ansiedad por identificar signos de recuperación económica. O sea prácticamente lo de siempre, las viejas organizaciones, el viejo sistema institucional y los mismos temas en la agenda.

Dejemos ya los abusos del lenguaje. Si de verdadero cambio se tratara, ¿no habría que plantear si se van o no a adoptar medidas para acabar con la corrupción estructural; si se va a abordar como prioridad la aguda crisis social y de empleo que vive la sociedad murciana; si se va a definir para ello un nuevo modelo económico, ambientalmente sostenible, que plantee un horizonte de salida de la crisis que no sea la vuelta a la especulación urbanística y a la estafa de los macroproyectos (sean Paramount o Marina de Cope); si se va a modificar la injusta ley electoral; si se va a transformar radicalmente la vida pública de manos de una verdadera (e inédita aún) transparencia, y se va a avanzar en términos de calidad democrática; si se va a detener la ola recortadora y privatizadora de servicios públicos; si va a encontrar la ciudadanía nuevos cauces políticos para intervenir directamente en la vida pública; si vamos a tomar en serio la sostenibilidad ambiental (en movilidad, energías sostenibles, emisiones, usos del territorio, etc.).

Sólo con asuntos como estos, con reformas profundas de la esfera económica, política, institucional y ambiental, con una política que ponga en primer lugar las necesidades de las personas sin exclusiones y su derecho a conseguir los medios que le permitan una vida digna, con redistribución de rentas, y la apuesta por una nueva definición de la democracia, deliberante y participativa, que incluya activamente a los ciudadanos en su autogobierno, podríamos hablar de segunda transición: la que va de un sistema político con elecciones pero bloqueado autoritariamente, con ínfima calidad democrática y mucha crueldad neoliberal que excluye y desposee de derechos y de recursoscada vez a más gente, mientras aumentan los privilegios de una minoría, a una democracia real, sostenible, inclusiva, con transparencia y equidad social.

(*) Presidente del Foro Ciudadano de la Región de Murcia

La herencia de Valcárcel, una dura carga para los murcianos / Patricio Hernández *


El presidente murciano, Ramón Luis Valcárcel, ha hecho su propio balance sumario de 19 años de gobierno en la región, antes de su anunciada dimisión la próxima primavera para "irse" al europarlamento. Ha dicho:
"Hice lo que pude, y lo que me dejaron hacer" (La Opinión,21/09/2013)

Es una declaración falsamente humilde que esconde una gran soberbia: él -viene a decir- ha trabajado al máximo y el límite de su trabajo se lo impusieron otros desde fuera. Nada de autocrítica, ningún reproche que hacerse a si mismo. Otra vez los problemas no resueltos o agravados tienen sólo responsables exteriores.

Dada la prensa que tenemos, tan poco crítica y tan condicionada por el poder político y económico, no podemos esperar gran cosa (en términos de rigor y objetividad del análisis) de la evaluación pública de la larga etapa de gestión de quien ha gozado personalmente de la mayoría absoluta más amplia de todos los gobiernos regionales y por un período más dilatado (sólo Pujol, que llegó a sumar 23 años al frente de la Generalitat gobernó más tiempo, pero no dispuso nunca de tan amplia mayoría), circunstancias que es difícil que vuelvan a darse en nuestra historia.

Pero hay datos incontestables que nos permiten hacer nuestro propio balance crítico, del que sale una imagen muy poco favorable para este político "en fuga", que llegó al poder al final de una crisis (1995) y sale en medio de otra aún mayor que ya dura cinco años.

Contra lo que el aún presidente quisiera aceptar, su figura va a quedar asociada al ciclo de economía especulativa que conocemos como el "boom del ladrillo" o burbuja inmobiliaria, que duró una década (1997-2007) y a los años de crisis (con dos recesiones) que siguieron a su pinchazo y de la que aún no hemos salido (2007-2013).

El período del boom inmobiliario fue especialmente intenso en la región, que hizo una disparatada apuesta por la construcción asociada a un modelo irracional de turismo residencial (los famosos resort y campos de golf), para lo que se legisló ad hoc (ley del suelo de la región). El resultado ha sido la mayor explosión de corrupción política nunca conocido ( que sólo hasta 2010, según un estudio de la Universidad de La Laguna, alcanzaró al 57,8% de los municipios de la región, siete veces el porcentaje medio nacional),y las mayores agresiones a nuestro patrimonio natural (desprotección de espacio naturales, recalificaciones masivas de suelo), con el corolario de la mayor crisis social que ha asolado a la sociedad murciana y en cuyo acmé o pico parece que vivimos en este momento.

De los muchos parámetro mediambientales que podríamos seguir, me quedo con uno sintético que es quizás el más elocuente: la "huella ecológica". Copio un párrafo de Julia Martínez y Miguel Angel Esteve y Antonio Soler, en el Informe del Foro Ciudadano sobre el Otro Estado de la región, en 2010:

"En el año 1995 la Huella Ecológica de la población regional era de 27.730 Km2, 2,45 veces la superficie regional. En 2001, la huella ecológica ascendió a 32.957 km2, casi tres veces la superficie regional". " En 2004, la huella ecológica se incrementó a 4,47 veces la extensión regional (OSE, 2008), situándose en la mitad superior del rango en el conjunto de las provincias españolas.

Por tanto, en el periodo 2001-2004, su tasa de aumento se ha acelerado respecto al periodo 1995-2001, pasando de 871 a 5.869 km2/año, casi siete veces más."

Y concluyen que "el crecimiento económico de la Región de Murcia en años recientes ha tenido lugar a base de dilapidar más recursos y producir más contaminación por unidad de PIB, lo que no parece una opción muy inteligente"

En un artículo que publiqué en La Verdad ("Valcárcel y los atormentados, 04/01/2013) ofrecí algunos datos sobre la magnitud inusitada y terrible de la crisis social en Murcia:

"Estamos hablando de los 215.600 parados de la EPA regional (cuando llegó Valcárcel al gobierno en 1995, en otra crisis, eran 98.300); de las 77.000 familias con todos sus miembros en paro; del 35,9% de población de la región que está en riesgo de pobreza y exclusión (530.000 personas según el indicador europeo AROPE); de casi la mitad de los murcianos (47,7%) que viven en situación de precariedad (familias cuyos ingresos en su conjunto son iguales o inferiores a 12.000 euros brutos al año, según los cálculos de Gestha); de las familias en procedimiento de desahucio que no paran de crecer y que sólo en los primeros nueve meses de este año [2012] eran ya 865; de la mitad de los jóvenes activos sin empleo; de las bajas pensiones regionales que ahora soportan cargas familiares; etc."

De forma que las cifras que encontró Valcárcel en 1995 y la de 2013, cuando se dispone a abandonar el buque que ha pilotado, no resisten comparación: quizás las dos más elocuentes sean la cifra del desempleo (según la EPA, en el primer trimestre de 1995 era del 26,34%, y en el segundo trimestre de 2013 es del 29,13%), y la renta per cápita (que era el 82,7% de la española en 1995, ha pasado al 82,2% en 2012).

Hay otro dato significativo, el aumento disparatado del endeudamiento regional. Tomo este párrafo de un artículo del diputado regional socialista Alfonso Navarro ( "Deuda eres tú", La Opinión, 23/09/2013):

"La deuda de la Región de Murcia se ha incrementado, desde el año 2007 hasta el segundo trimestre de 2013, un 725%, es decir, se ha multiplicado por siete. Durante estos años ha pasado de suponer un 2,4% de nuestro Producto Interior Bruto, en 2007, a un 17,4% en 2013.

En términos absolutos, en 2008, con un presupuesto de la Comunidad de 5.048 millones de euros, nuestra deuda alcanzaba los 750, un 15% del presupuesto de ese año. A mitad de 2013, y con un presupuesto de 4.400 millones de euros para este año, la deuda se eleva por encima de los 4.800, superando el presupuesto existente para todo el ejercicio."

Añadamos, para terminar, dos elementos adicionales: la grave erosión de nuestro bienestar social (por vez primera en nuestra historia regional, están empeorando los servicios públicos y recortándose derechos social adquiridos), con aumento de las desigualdades internas (aumenta la distancia en términos de riqueza real entre los que más y menos tienen), y la falta de horizonte que hoy tiene la región para salir del marasmo al que ha sido llevada, que arroja mucha incertidumbre sobre nuestro futuro colectivo.

Resumamos la caracterización de la "herencia" que nos dejan los años de Valcárcel:

-somos más pobres en relación al resto de los españoles

-ha aumentado la injusticia en el reparto de la riqueza

-hay una mayoría de la población para la que ha empeorado su situación social (en términos de paro, pobreza y precariedad), con más personas en riesgo de exclusión

-están perdiendo calidad y universalidad los servicios públicos básicos

-hemos destruido una enorme cantidad de recursos naturales no renovables y aumentado drásticamente nuestro impacto sobre el medio natural de la región

-tenemos más casos acumulados de corrupción política que en toda la historia.

-ha aumentado meteóricamnete la deuda pública regional

-no hemos sentado las bases un modelo económico que desarrollar alternativo al que ha fracasado
O sea, que el presidente Valcárcel se va a ir pero la herencia que nos va a dejar es insoportable y enormemente negativa. Varías generaciones de murcianos van a pagar las consecuencias de los errores y los despropósitos, de tanta insensatez autocomplaciente en la que hemos vivido estos años.

(*) Presidente del Foro Ciudadano de la Región de Murcia.