Insistiendo en su rumbo de provocaciones, la Universidad Católica de Murcia (UCAM) ha anunciado que investirá doctor honoris causa a Benjamín Netanyahu,
primer ministro israelí, desafiando en esta ocasión –a más de la ética
universitaria– a los derechos pisoteados del pueblo palestino y, en
general, a las innumerables víctimas de un Estado y una política que
medio mundo consideran agresivos y racistas, y que millones de personas
califican de criminales y terroristas; incluyendo esa importante
población cristiano-palestina que, como el resto, vive ocupada o
expulsada, perseguida o reprimida, saqueada o empobrecida.
Distinguir, pues, al primer ministro del Estado de Israel con honores
universitarios no se justifica de ninguna manera moralmente
homologable. Ni –como se argumenta– por el interés de conseguir sus
favores en el establecimiento de relaciones académicas con universidades
israelíes ni –motivo adicional que también se maneja– por la aparente
coherencia con el desarrollo de la cátedra que la UCAM dedica a Estudios
sefardíes, asunto loable y digno pero sin relación con la historia ni
la estructura del Estado de Israel; y tampoco Netanyahu pertenece a la
rama sefardí del judaísmo.
La UCAM, que inició sus actividades en
1997, acoge actualmente a unos 12.000 alumnos, con cinco Facultades y
una Escuela politécnica, que prácticamente en todos los casos han creado
polémica y han sido recibidas como perjudiciales por las dos
universidades públicas existentes en Murcia: la histórica y la
politécnica. En esta impetuosa marcha el favor de las administraciones
públicas del PP –la regional y la estatal – ha sido evidente, y con ello
ha quedado claro que el rigor académico no es, ni con mucho, su
principal objetivo. La designación de Murcia como sede, sin embargo, sí
parece haber sido una elección científica: en esta región el PP se
enseñorea desde hace casi dos décadas acogiendo todos los
conservadurismos, con altísimo respaldo en las urnas (que llega al 60
por 100) y usura consecuente de su poder; la UCAM sabe y comprueba que,
al menos por lo que a la Administración regional se trata, su camino no
presentará obstáculos.
La UCAM es criatura de la ruidosa y arrogante personalidad de José Luis Mendoza,
destacado miembro de la secta ultra católica de los Neocatecumenales,
conocidos como “kikos”, que parece disfrutar con estos enfrentamientos,
seguro de su poder dentro del catolicismo oficial. Y ni la humildad ni
la prudencia destacan como sus virtudes más destacadas: se jacta de
tener “línea directa con el Papa (con el anterior, veremos qué pasa con
éste) y con 40 cardenales”… así como de dirigir sustanciosos cheques al
Vaticano, que él mismo cifra “en 49 millones de euros en quince años”
(óbolos nada secretos, desde luego, que incluso fueron conocidos por la
opinión internacional cuando al Cuervo, aquel mayordomo desleal del
anterior papa, se le incautó un cheque de 100.000 euros procedente de la
UCAM). Mendoza se comporta como un sobrado conquistador en tierra
fácil, donde sabe que otros le despejan el camino y guardan sus
espaldas.
Contra su decisión de honrar a Netanyahu se ha alzado el embajador de la OLP en España, Musa Amer,
quien en muy cuidada misiva ha hecho ver a Mendoza lo injusto del
homenaje proyectado, teniendo en cuenta el carácter sistemáticamente
violador de los derechos humanos y las resoluciones internacionales del
Estado de Israel y del propio Netanyahu, aludiendo incluso a ciertos
comportamientos hostiles hacia los cristianos. Por su parte, miembros de
sectores críticos murcianos, alarmados y dispuestos a impedir este
atropello a la universidad en general, han informado de la iniciativa a
la Nunciatura en España, con lo que los nuevos responsables diplomáticos
del Vaticano quedan advertidos del dislate.
No se espera, conociendo al personaje, que vaya a modificar sus
planes por sí mismo, ya que en su conducta se viene afirmando un
permanente deseo de tentar al diablo, de exhibir descaradamente sus
poderes y de constituir piedra de escándalo en lo universitario y –visto
desde fuera de su mundo– hasta en lo católico. Mendoza sigue, con su
organización ultra y su universidad perturbadora, el molde y el modelo
de las sectas llamadas “evangélicas” de estirpe norteamericana, que
corroen y alienan a cada vez más población, por ejemplo, en
Latinoamérica. Maestros del embaucamiento, estos neocatólicos de
ideología integrista global (que incluye en lo económico un
neoliberalismo procaz) exaccionan a sus fieles con el diezmo medieval,
para compensarlos con mitos y consuelos que incluyen la salvación
eterna… poco menos que a la carta. Como en Latinoamérica, persiguen
compactar un bloque de intereses que consolide y expansione su propia
ideología, y para ello la secta religiosa crea su propia universidad
(aquí, la UCAM), su propio partido político (que en este caso no es
necesario, disponiendo del PP a su antojo) y sus medios de expresión (de
esta universidad se dice que anda tanteando la posibilidad de adquirir
un periódico, pero de momento se conforma con financiar un equipo de
baloncesto de primera división y de exhibir a atletas de prestigio como
alumnos o patrocinados). Es la universidad espectáculo, una central de
propaganda con la educación superior como pretexto.
Esta estrategia mediática cuenta con Netanyahu y con el Estado de
Israel, primer y principal generador de extremismos (incluyendo muy
especialmente el islámico) y con su carga excepcional de crímenes sin
cuento. Y con peones bien escogidos por su significación y utilidad. En
primer lugar, el cardenal español Cañizares, prefecto vaticano de
la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los
Sacramentos, que ya ha acompañado a Mendoza en su visita a Netenyahu
para hacerle objeto de la invitación a la solemne investidura; también
figura en este grupo Silverio Nieto, jurista de la Conferencia
Episcopal Española y director de la cátedra de Relaciones Iglesia-Estado
y Derechos Humanos, de la UCAM; y el ubicuo José María Aznar,
que a su integrismo estructural (¡y rampante!) añade en esta ceremonia
tan grotesca dos notas complementarias: el anti-islamismo y el
pro-israelísmo; a Aznar, que dirige la cátedra de Ética Política y
Humanidades de la UCAM, se le reserva el papel de padrino en ese acto
miserable.
No se deben ocultar los llamativos rasgos antievangélicos del
homenaje a Netanyahu. En su acometida anti-universitaria, mezclada con
la frivolidad y el oportunismo, Mendoza pretende dar lecciones –de
gestión universitaria, de espíritu empresarial, de vanguardia docente…– a
todos, incluyendo muy especialmente a las otras universidades católicas
asentadas en España desde tiempo atrás, cuya confesionalidad no ha
afectado a su prestigio académico. En su burda mezcla de lo sefardí y lo
israelí, pretende incrustarse en la órbita de ese mundo de intereses
político-internacionales tan criticable como peligroso. El dirigente de
la UCAM parece regirse por su propio guión moral, y hasta por su propio
evangelio, con esa conducta obviamente ajena al mensaje cristiano
prístino y tan minuciosamente perturbadora, satisfecho a ojos vista de
los problemas que genera y los escándalos que provoca. Todo un ejercicio
consciente de hipocresía militante y de insulto a lo universitario, lo
político y lo ético.
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