El poder es droga dura. Quienes lo ejercen o han ejercido se vuelven
adictos. Y se comportan como tales: ignoran la realidad; se inventan
otra; se engañan a sí mismos y engañan a los demás; o creen que lo
hacen; en lo tocante a su adicción, no tienen límites morales; están
convencidos de ser capaces de hacer lo que no son capaces de hacer;
encuentran siempre razones extraordinariamente plausibles y verosímiles y
siempre falsas.
Los dos principales dirigentes políticos españoles, Rajoy y Rubalcaba
-ambos con valoraciones ciudadanas inferiores a las que pudiera obtener
un serial killer- ya no forman un duumvirato pues el socialista ha comprobado que su voluntad pactista constructiva
era lo de las margaritas a los puercos, dicho sea con todo respeto.
Pero los dos son adictos al poder y ambos se encuentran más o menos al
final de sus ciclos respectivos. Se obstinan en negarlo por su adicción,
pero no pueden evitar que la realidad los arrincone y los arrolle. No
son bien valorados ni por sus propios votantes que tienen otras preferencias. Inverosímiles en el caso del PP y muy verosímiles en el del PSOE.
Preferir a Aguirre o Aznar frente a Rajoy tiene su chiste. Sobre todo
para Rajoy. Pero la preocupación de este no tiene mucho que ver con la
situación en su partido, inmerso en un colosal asunto de corrupción ante
los tribunales y a punto, quizá, de que lo denuncien por asociación
ilícita. Tiene que ver con su propia posición personal como presidente
del gobierno tan absolutamente desacreditado que nadie se explica por
qué no ha dimitido ya. Su comparecencia parlamentaria fue bochornosa y
únicamente ha servido para ponerle las cosas más difíciles desde el
punto de vista procesal. Se pide su presencia como testigo en el caso
Bárcenas. Pero, en realidad, de haber mentido, ya lo ha hecho en el
Parlamento y viene a ser lo mismo. A lo mejor lo que procede es
solicitar un careo. Si, a fuer de adicto, Rajoy se obstina en negar la
realidad, la realidad acabará negando a Rajoy.
Fabricar una realidad paralela es inútil. El encontronazo de Gibraltar
no servirá de nada. No llega ni a episodio Malvinas. No siendo posible
dirimir el asunto a cañonazos, es forzosa la negociación en donde
siempre se hace patente la extraordinaria debilidad de la posición
española. Cualquier acuerdo, por insatisfactorio que sea, que lo será,
pero pueda venderse a la opinión pública se presentará casi como la
recuperación de la soberanía española sobre el Peñón. Pero el estatus
quo no habrá cambiado. Y la imagen de Rajoy se habrá deteriorado más. De
hecho, cuando los llanitos hablan del franquismo del gobierno español dan en la diana. Un alcalde del PP acaba de decir en público que los asesinados por Franco se lo merecían y su partido no lo expulsa de inmediato. Tienen razón los llanitos.
Rajoy dice haberle cantado las cuarenta a Cameron, cosa que este
niega mientras tuitea que el Reino Unido piensa defender el Peñón en
todos sus frentes. Como siempre con Rajoy, lo más probable es que mienta
y que no le haya cantado a Cameron ni la una. Ya hizo algo parecido al
comienzo de su mandato cuando vino de Bruselas diciendo que nadie le
había presionado y que era él quien había presionado a los demás. Es
típica fanfarronería española. Pero, en todo caso y definitivamente,
Gibraltar es una serpiente de verano, igual que Carromero; aunque este
cobra todo el año.
En el PSOE los recambios resultan más verosímiles. Van muy por delante
de Rubalcaba en preferencias. Es verdad que, hoy por hoy, Rubalcaba
tiene una tarea concreta que es forzar la dimisión del gobierno, de
Rajoy en concreto por no ser digno de ostentar la presidencia ni estar
en condiciones de ejercerla con eficacia. Pero, una vez pasado este
lamentable episodio, se debiera abordar la sucesión en la secretaría
general y la candidatura a la presidencia del gobierno. Con tiempo
suficiente. Los votantes parecen inclinarse por tres nombres: Chacón,
Madina Y López. Los tres parecen competentes; López y Chacón más
bregados y más fajados, con mejor preparación para lo que se avecina.
Entre los dos, mi inclinación personal es por Chacón. Tiene
personalidad, voluntad y no se achanta ante situaciones incómodas. Es,
además, mujer y catalana, dos activos muy importantes aunque por
diversas razones. Lo de mujer no se puede soslayar con el paternalismo
de que esas cosas ya deben darse por supuestas. Todo el mundo admite hoy
que las mujeres puedan ser presidentas del gobierno. Efectivamente;
ahora solo falta que lo sean.
El activo catalán es también muy importante. Una de las más inteligentes
formas que tiene el nacionalismo español de avenirse con el catalán es
promoviendo a un(a) catalán(a) a la presidencia del gobierno. Alguien
podría decir que no basta con que el presidente sea catalán, sino que ha
de ser nacionalista catalán. De hecho hubo un intento parecido allá en los comienzos de la transición con una llamada Operación Roca,
de un Partido Reformista Democrático que presentaba como candidato a la
presidencia a Miquel Roca i Junyent, a quien se suponía teledirigido
por Jordi Pujol. Por lo demás, que haya nacionalistas no españoles en el
gobierno de España tampoco suena tan raro. ¿No hubo ministros
anarquistas en el gobierno de la República durante la guerra civil? En
este caso no es cosa de posibilidad sino de probabilidad; la
probabilidad del respaldo electoral que tenga. Entre tanto, que haya una
catalana en la presidencia tiene alto valor simbólico.
Los dos partidos dinásticos deben tomarse en serio la cuestión del
recambio si quieren que a su vez la gente se tome en serio su propuesta
programática en las próximas elecciones.
(*) Catedrático de Ciencia Política en la UNED
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