sábado, 9 de marzo de 2013

Ganar al PP en Murcia / Patricio Hernández Pérez *

Era inimaginable hace sólo unos meses, pero las señales de fin de ciclo político se acumulan. Un terremoto de enorme magnitud se está gestando en el susbsuelo electoral de la región de Murcia, como en el resto del país. Cuando aún no han trascurrido dos años de las últimas elecciones regionales y locales (mayo de 2011), que el PP volvió a ganar abrumadoramente obteniendo los mejores resultados nacionales, haciéndose con el 60% del voto emitido, la posibilidad de su derrota electoral pertenece ya al campo de lo posible, y está en tránsito al terreno de lo probable. El tiempo juega claramente a favor de esta posibilidad. Me apresuro a señalar que por “derrota” hemos de entender la pérdida de las mayorías absolutas que le permiten gobernar la comunidad y la amplísima mayoria de municipios desde hace 18 años. Porque perdida esta mayoría, el PP no gobernará en ningún sitio.

El daño que este dilatado período de gobiernos conservadores ha hecho a la región es inmenso y sus consecuencias -ahora lo sabemos meridianamente- las pagarán varias generaciones de murcianos. La profundidad de la crisis social, el paro masivo, la amenza concreta de exclusión y de pobreza que afecta ya a uno de cada tres murcianos, a lo que hay que sumar el efecto multiplicador del fuerte debilitamiento de los sistemas de protección social y el grave deterioro de los servicios públicos, junto a la percepción por los ciudadanos de que bajo los gobiernos populares se ha desatado la mayor plaga de corrupción que ha conocido la democracia en la región y, sobre todo esto, la evidencia de que la quiebra del modelo inmobiliario-especulativo de estos años nos han dejado a la intemperie, sin horizonte y sin proyecto colectivo, que han convertido el futuro en un lugar inhóspito y amenazador para la mayoría de la sociedad, va a tener cosecuencias políticas demoledoras contra quienes parecían invencibles apenas ayer mismo.

Los ciudadanos saben que la crisis no es un fenómeno específicamente murciano ni las responsabilidades pueden ser exclusivas de un gobierno regional, pero también están comprobando en su propia carne que en Murcia la estamos sufriendo en mayor grado por las nefastas decisiones de las élites político-financiero-empresariales que ha dirigido la región en los años de la Gran Mentira.

Durante casi dos décadas se ha engañado a la mayoría de los habitantes de la región haciéndoles creer que había un proyecto sólido y estable de crecimiento que traería riqueza y bienestar para todos. Un relato simple y eficaz que se hizo hegemónico con la ayuda de un fuerte aparato mediático y una densa red de clientelismo político engrasada desde los presupuestos públicos. Sólo el éxito en esta operación sobre el imaginario colectivo explica el insólito fenómeno de tan vastas y sostenidas mayorías carentes por completo de correlato material.

Pero el desmentido de la realidad ha resultado inapelable y el balance que ya podemos hacer devastador. Ahora vemos que finalmente hemos sacrificado irresponsablemente buena parte del territorio, ejecutado infrestructuras inviables, relegado el sector industrial, arruinado el pequeño comercio, retrocedido en el esfuerzo en I+D+i, dinamitado el sistema regional de cajas de ahorro, equivocado el modelo turístico, dañado la eficacia y equidad del sistema educativo y amenazado el futuro de nuestras universidades, reducido la calidad y las prestaciones de la sanidad pública, como hemos desmantelado el sistema de dependencia y otras prestaciones sociales públicas, liquidado la intervención cultural pública, etc., y todo ello al mismo tiempo que aumentába el déficit y la deuda pública, se polarizaban las desigualdades sociales y se hundía el descrédito de la clase política.

Por eso lo que parecía imposible es ahora muy creíble. Desalojar al PP de las instituciones que gobierna en la región, identificado por méritos propios con este amargo presente y un futuro deseperanzado, se ha convertido en una necesidad imperiosa de la sociedad. Pero no será fácil. La debilidad del resto de opciones políticas existentes hasta ahora, las dificultades para visualizar un modelo alternativo, el descreimiento de mucha gente, y los múltiples resortes con que aún cuenta el partido del gobierno complican la sustitución. No se puede despreciar en hecho de que las encuestas, aunque le dan una fuerte caída, y esta tendencia no se va a detener, aún lo colocan en Murcia 17 puntos por encima de su media nacional.

La mayoría que hay en la sociedad contra las políticas de austeridad y contra las graves déficits de nuestra democracia hay que convertirla en una nueva mayoría política a favor del cambio. Las movilizaciones de la sociedad, ese contrapoder de la calle convertida en nuevo espacio público de la resistencia democrática, han de permitir la emergencia de nuevas alianzas políticas y sociales, de nuevas convergencias en instrumentos políticos capaces no sólo de hacer perder la mayoría a estos fracasados conservadores, sino de definir democrátricamente otro proyecto para Murcia y para el país, un nuevo comienzo en el que ningún ciudadano puede quedar excluido y en el que estos sean los verdaderos protagonistas de la vida pública, que reemplace al actual que, también en Murcia, tiene sus días contados.

(*) Presidente del Foro Ciudadano de la Región de Murcia

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