La ascensión del ya doble presidente Valcárcel a la cúspide de uno de
los organismos más floreros de la UE fue acogida con los protocolarios
parabienes del Partido Popular Europeo y el cálido entusiasmo de sus
colegas españoles presentes en el acto, el balear Bauzá y el extremeño
Monago, también populares.
Conscientes todos de la inutilidad ontológica
del Comité de las Regiones, por resaltar algo, destacan la importancia
de ese foro como el ámbito primario donde se expresan las voces más
pegadas al terruño, las menos burocratizadas de la casa común europea.
Con la experiencia que dan los años de nefasta gestión y la sabiduría
que proporciona cada uno de los fracasos que ha ido cosechando, allí
nuestro hombre va a poder exhibir el balance ruinoso de su mediocre
trabajo, al menos como paradigma de cómo no se deben hacer las cosas.
Su
ejemplo es ya todo un modelo a la inversa, y su florido, rancio y
retórico discurso, todo un reto para el equipo de traductores e
intérpretes.
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