jueves, 11 de agosto de 2011

El ejemplo de Moratalla ilustra la situación real de los municipios españoles


MORATALLA.-  En este pueblo en la ladera de una colina, coronado por un castillo medieval y rodeado de olivares, los 120 trabajadores municipales no reciben su paga desde mayo. La policía tiene órdenes de no usar sus patrullas a menos que reciba denuncias de un accidente de tránsito o un delito en marcha.
 
La piscina municipal está cerrada pese a que se registran temperaturas superiores a los 40 grados centígrados a la sombra. Las tarifas para la guardería pública se han duplicado. Las cuentas del agua subirán pronto un 33% y los propietarios de los comercios locales están furiosos por los nueve millones de euros que debe la municipalidad, en gran parte a ellos.
 Las autoridades de Moratalla creen que son las primeras en España en declarar públicamente que su municipio está al borde de la bancarrota, y que el único modo de evitarlo es un programa sin precedentes para reducir drásticamente los servicios a la vez que se aumentan los impuestos y las tarifas en una medida de austeridad que podría durar ocho años.
Moratalla y su enorme deuda "reflejan la imagen de muchas otras ciudades" que todavía no han admitido la magnitud de sus alarmantes circunstancias financieras, dijo el vicealcalde Juan Soria. "Estas son medidas duras, pero necesarias y creo que deberíamos reinventarnos porque hemos vivido más allá de nuestros medios y debemos reducir nuestras expectativas".
En Moratalla, con 8.500 habitantes, Soria se alarmó por la idea de fusionarse con un municipio vecino, pero admitió que su comunidad está permanentemente en crisis. Hace dos semanas, las dos gasolineras del pueblo dejaron de llenar los tanques de los vehículos municipales cuando los propietarios perdieron toda esperanza de que les paguen las deudas atrasadas por 120.000 euros.
Ahora los trabajadores municipales cargan gasolina en una cooperativa agrícola local. Pero la policía ya casi no usa sus vehículos y patrulla a pie.
El agente José Antonio Navarro se preocupa de que no pueda responder a tiempo a una emergencia pública, y sus colegas se ven en figurillas para pagar sus hipotecas debido a lo tarde que cobran.
"Es una situación difícil", comentó. "Los amigos nos prestan dinero y tenemos que ir a comer a casa de nuestros padres".

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