miércoles, 1 de junio de 2011

Las acampadas no dejan ver el bosque / Ángel Montiel

Democracia Real Ya es lo mejor que ha pasado en este país y en esta Región en los últimos años. Pero es verdad que al tratarse de un movimiento abierto, en conformación, transparenta sus debilidades, que son muy bien aprovechadas por quienes desean que nada se mueva. 

Así, hay quienes intentan poner en primer plano la cuestión de las acampadas a sabiendas de que se trata de una acción a la larga insostenible, que crea problemas de insalubridad, de rechazo en el entorno y donde se visualiza durante muchas horas una concurrencia aparentemente ajena a la intención política que pretenden significar.

Pero poner el foco exclusivamente en las acampadas permanentes constituye un intento indisimulado de sofocar las voces de la protesta y de la reivindicación. Se pone el énfasis en lo formal para obviar la profundidad, transparencia y hasta obviedad del clamor que alientan esos miles de jóvenes.

Los promotores de Democracia Real Ya son sin duda conscientes del riesgo de que su razonable enmienda a la situación y las elementales alternativas que proponen sean aplastadas por la propia dinámica que han puesto en marcha. Es difícil escapar de las acampadas, a pesar de que la prolongación de éstas pueda llevarlas a la endogamia, pues el paso siguiente podría conducir a una formalización más o menos burocrática, desprendida del espíritu asambleario con que surgió. 

De todos modos, ya es perceptible la distinción entre Democracia Real Ya (DRY) y el ‘movimiento 15M’, que según las circunstancias aparecen como una misma cosa o como módulos diferenciados de un idéntico fenómeno de movilización política.

Lo más sólido de este proceso es la primera parte, la que se articula expresamente como DRY, con independencia del arrastre que ha desembocado en las instalación de campamentos urbanos estables. 

Hasta el día de hoy, los portavoces han mantenido el discurso original, sin dejarse penetrar por influencias partidistas; siguen impertérritos a los cantos de sirena de las formaciones políticas establecidas que comparten algunos de los puntos de su manifiesto, y no se han decantado por siglas a pesar de los halagos de unos, de la iracundia contra ellos de otros y de los reclamos conciliadores, pactistas o paternalistas de casi todos.

Lo más sorprendente y espléndido de todo es que la gente de Democracia Real Ya tiene perfectamente asumido el virus de la independencia. Es probable que supieran de antemano que salían a una selva política en la que podrían ser confundidos por los sonidos, las trampas, los señuelos y la violencia (ésta no siempre física) y se pusieran en marcha muy bien pertrechados.

Ahí están todavía, intactos, aun a riesgo de que se los trague la inercia del propio movimiento que han generado, a lo que empujan las potentes fuerzas políticas y mediáticas que pretenden incidir sólo en las contradicciones, en las ingenuidades y en los signos que pudieran ser interpretados como pruebas de identificación política expresa.

Se intenta que las exhibiciones extrapolíticas que muestran a veces los campamentos impidan ver el bosque de las ideas y de las reivindicaciones que residen tras ellos. La pretensión de muchos es que no llegue a la ciudadanía la voz clara de estos jóvenes, que dicen cosas tan evidentemente razonables y de sentido común que hieren, sobre todo porque desvelan la artificialidad de los discursos dominantes, su lejanía de los problemas reales del ciudadano y, peor aún, la traición a los intereses de éste en beneficio de las corporaciones y de la propia clase política constituida como tal. 

Resulta increíble que la mayoría de los ciudadanos desconozca todavía, a pesar del revuelo montado por las movilizaciones, que lo que piden estos chicos es, por ejemplo, que los bancos no conviertan los créditos hipotecarios en personales una vez que las familias no alcancen a completar el pago de los primeros. O que el voto que se introduce en la urna cuente como tal, sin que después sea tratado por fórmulas matemáticas de compensación que falsican la voluntad popular. O que los Estados apliquen tasas a las grandes transacciones dinerarias internacionales de la misma manera que cobran el IVA al ciudadano que compra una bolsa de pipas. O que no sea posible que concurran a las elecciones candidatos que hayan sido encausados por corrupción. Y así.

Es imposible detectar el disparate, la utopía irrealizable o el tufo antisistema en propuestas que encajan perfectamente en el concepto de regeneración política. Ni siquiera es posible clasificar estas ideas como de izquierdas o de derechas. Utopía, o eso creíamos hace tan sólo unos meses, es que se modificara a la baja el sistema de pensiones o que se banquerizaran las cajas de ahorros, y ha sucedido. Por lo visto, sólo son posibles las utopías del ultraliberalismo salvaje, mientras aparecen bajo sospecha las aportaciones ciudadanas que aspiran a mejorar y hacer más saludable, participativa y beneficiosa para el individuo la convivencia democrática.

El incordio no son los campamentos, como muchos pretenden. El incordio es que la mecha de estas ideas no se apagará. Han venido para instalarse; esta vez las ideas, no las personas. 

4 comentarios:

Clares dijo...

Enhorabuena, Ángel. Me parece un artículo muy esclarecedor y noble. Gracias.

Marquesa de Floridablanca dijo...

Muy bueno Angel.
DRY y las acampadas han puesto de manifiesto que hay mas cauces de participación que los tradicionales, que las personas no estamos solas, que están los hijos pero también los padres, y sobre todo que las acampadas son más que las lonas con las que se cubren.

D´ LEAUTREMONDE dijo...

Totalmente de acuerdo con tu exposición.

Jorge Díez Urrea dijo...

Excelente!!! Gracias...