miércoles, 24 de noviembre de 2010

De los fiscales / Pedro Costa Morata *

Tengo estudiando a fondo ciertos temas relacionados con el Derecho y la Justicia, y acertarán quienes piensen que lo que más me interesa es el ´tema fiscales´, sobre el que experimento un intenso y apasionante aprendizaje teórico (además de práctico, con esos juicios que me condenan y, al tiempo, me subyugan).

A quienes sientan este mismo interés por motivos intelectuales, políticos o judiciales recomiendo una estupenda tesis doctoral publicada como Fiscalías: su papel social y jurídico-político. Una investigación etnográfico-institucional (Anthropos, Barcelona, 2007), de Bruno Amaral, que compara la institución fiscal en Brasil y España tras desmenuzar ambas en su evolución reciente. 

De entre lo que más me ha interesado destaco las referencias repetidas a aquel pulso, en 2003-04, entre el fiscal general del Estado nombrado por el PP, Jesús Cardenal, del Opus, contra el fiscal jefe Anticorrupción Carlos Jiménez Villarejo, laico y progresista, con la derrota final, cantada, del segundo a manos del primero; la fatal tensión entre ambos estaba motivada por el empeño del primero en «impedir que se indagara en los casos de corrupción que afectaban a miembros del PP». 

Me ha interesado sobre todo porque, tomando nota del pasado, es de temer que en cuanto gane el PP volvamos a las andadas y toda esta erupción de corruptos quede en nada, o muy poco, si el nuevo fiscal general del Estado decide sofocar, sectariamente, los innumerables fuegos que mandan al PP a la ilegitimidad.

Como ejercicio práctico en este aprendizaje por el que me ha dado, aprovecho mis contactos y entrevistas con fiscales para redondear mis propias teorías e ideas. Primero fue Alfredo Flores, fiscal de Urbanismo de Huelva, que me cayó estupendamente y coincidió conmigo en que no debemos hacernos ilusiones sobre la conclusión de ese montón de procedimientos de imputación en todo el país, y especialmente en la costa. 

Luego, he conocido al fiscal jefe del Tribunal Superior de Justicia (TSJ) de la Región de Murcia, Manuel López Bernal, quien me ha permitido ´familiarizarme´ con ese grupo de funcionarios aparentemente temibles y estratosféricos, que no es para tanto (aunque sus miembros no siempre están convencidos de que su papel es estar inexcusablemente al servicio de los ciudadanos y el Estado); y ha aceptado muy bien los documentos que le he ido llevando. 

Otro día visité a Antonio Vercher, fiscal especial de Medio Ambiente, que aunque me conocía y sabía de mis batallas me pareció estresado en demasía. Y luego al fiscal Miguel de la Mata, de los ´hombres de López Bernal´, que se equivocó al decirme que no se podía investigar un dossier que describe detalladamente la corrupción urbanística en Águilas por ser anónimo, y yo le dije que sí, que se podía y se debía; estaré cerca de él para jalearlo moralmente cuando arremeta en juicio contra la responsable del Castillo del Esfuerzo, construido impunemente en zona protegida y que yo llamé del ´Castillo del Mamoneo´. 

Y el último por ahora, el fiscal José Luis Díaz Manzanera, también del TSJ de Murcia, que me ha confirmado la impresión, magnífica, que ya tenía de él.

Hombre, conozco a otro fiscal, el de Lorca, ahora jubilado, pero es del grupo de los que ni me gustan ni admiro, y además mis relaciones con él están sub iudice.

Total, que no se extrañen mis lectores si les digo que después de todos estos descubrimientos me encantaría ser fiscal. De esos, claro, que por amor a la ley y la justicia así como por su profundo sentido de la democracia son implacables con los delincuentes… y no dudan en enfrentarse a sus jefes, así como a los jueces que ni toman en cuenta su trabajo indagador e instructor ni entran en el fondo de los asuntos; de esos que son conscientes de su misión, esencial en una sociedad que se degrada tan vistosa como peligrosamente…

De esa, de esa rama de fiscales me gustaría ser a mí, pero como no lo voy a ser me conformaré con incrementar mi cooperación con ellos  como ecologista, como periodista, como murciano y como ciudadano alarmado y escandalizado. 

(*) Pedro Costa Morata. Profesor Titular de la Universidad Politécnica de Madrid

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