jueves, 30 de septiembre de 2010

Piquetero en Murcia con la ‘amable’ Policía Nacional / José Luis Vidal Coy

¿Tú, qué?
- ¿Yo? Periodista.
- Como me vuelvas a hacer una foto, te llevo p’alante…
- Que soy periodista.
- Que como me vuelvas a hacer una foto, te llevo p’alante.
- No se preocupe; tengo suficiente.
 
Diálogo a las doce menos diez del mediodía en la puerta principal de El Corte Inglés, en Murcia. Instantes antes, los huelguistas coreaban “¡Huelga general! ¡Huelga general!” Al tiempo y apenas a un metro, el que parecía ser y era el jefe uniformado de los policías nacionales que protegían la entrada se elevaba rítmicamente, sonriendo irónicamente. Como aquello de “aborote, aborote…”.

Desde la primera línea del piquete, alzo la cámara y hago clic dos veces; a la primera, el tipo se viene hacia mí y se produce el diálogo anterior. Retratado queda. Naturalmente, prefiero no averiguar cuál es en este caso el significado exacto de “p’alante”.

La anécdota resume a la perfección, a los ojos de un infiltrado en un piquete huelguista, la actitud prepotente y chulesca que la Policía Nacional adoptó ayer en Murcia. A pesar de todo, al final, diez minutos después del mediodía, El Corte Inglés echó la persiana de su puerta principal, tras dos horas de “resistencia”. Y volvió a abrir un rato después, como de costumbre.

A las ocho de la mañana, el delegado del Gobierno, el socialista Rafael González Tovar, ya había hecho pública una relación de grandes empresas –prácticamente todas– que habían parado en la Región  y de polígonos industriales casi sin actividad por la huelga. La nota mencionaba la normalidad de la situación.

Pero ese texto no concordaba con los hechos. Al menos con algunos de los que hasta ese momento se habían producido y con otros que se producirían después.

Bastante antes de amanecer, sobre las cinco de la mañana, la Policía Nacional había cortado al tráfico los alrededores de las cocheras de la empresa de autobuses de la ciudad de Murcia, Latbus, en la carretera de El Palmar. Se trataba, obviamente, de impedir que los piquetes se acercaran a las cocheras y pudieran comprobar si se cumplían los servicios mínimos o se superaban ampliamente, como sucedió. Forcejeos, empujones, discusiones e insultos, pero no hubo concesión policial: salieron a prestar servicio los autobuses que la empresa estimó conveniente, sin control sindical alguno y con algunos piqueteros con más de un palo en sus espaldas a pesar de que no pudieron acercarse a las cocheras.

Allí, como durante todo el día, la chulería policial hizo al delegado del Gobierno, Rafael González Tovar, acreedor de la misma petición que los huelguistas dirigieron reiteradamente y con rotundidad a José Luis Rodríguez Zapatero: ¡Dimisión!

Apenas cuatro horas después ya había terminado un incidente similar en la entrada al campus universitario de Espinardo, de la Universidad (pública) de Murcia. Los piqueteros fueron contenidos con dureza por la Policía Nacional a la entrada. Pero no pudieron evitar que jóvenes huelguistas que ya se encontraban dentro del recinto cumplieran su misión de piquete informativo. Más forcejeos y empujones, seguidos de un intento de atropello de unos huelguistas por un coche que pretendía obviar su presencia física y que acabó con el parabrisas apedreado. Poco más dio de sí la madrugada piquetera: algún contenedor de basura y alguna hoguera callejera.

Después, durante toda la mañana, un macropiquete de unas dos mil personas ––la mitad de la cifra tentativa anunciada por los sindicatos–– recorrió las calles más céntricas y comerciales del centro de Murcia. Sin incidentes reseñables, salvo el “tradicional” de todas las huelgas en la puerta principal de El Corte Inglés, y la especial dedicación y rudeza con que la Policía Nacional protegió los centros oficiales de la Administración ante los que los componentes del Gran Piquete coreó consignas, ondeó banderas, cantó y hasta tiró algún petardo que otro. La jornada matutina terminó sobre las 13 horas ante el Banco de España, en plena Gran Vía murciana. Pero allí no hubo nada. El centro comercial estaba muerto y los huelguistas habían conseguido su objetivo: paralizar la actividad.

Meta más que satisfactoria para las centrales sindicales y organizaciones convocantes en una ciudad que otorga más del 60 por ciento de sus votos emitidos al PP, elección tras elección desde hace más de quince años, y en la que a los ciudadanos lo único que parece importarles son las fiestas religiosas de todo tipo y las folclórico-tradicionales, reales o “recuperadas”, es decir, inventadas.

El seguimiento de la huelga fue del 70 por ciento según “las centrales convocantes”. En la manifestación de las seis de la tarde, unas 20.000, que recorrieron punta a punta la Gran Vía para girar visita de cortesía a la Delegación del Gobierno, doscientos metros más allá. Y, al paso de la manifestación, todo cerrado. La Policía Local, la misma que hace dos semanas cifró la asistencia a la romería de la patrona en 600.000 personas –en una ciudad con censo oficial de 450.000– dijo que sólo asistieron cinco mil.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Y qué se puede esperar? Morciiiiiiillas!!!!!

Anónimo dijo...

Me encanta esta frase:

"Se trataba, obviamente, de impedir que los piquetes se acercaran a las cocheras y pudieran comprobar si se cumplían los servicios mínimos o se superaban ampliamente, como sucedió"

Ese es el problema de estos piqueteros antidemocráticos: se creen que los servicios mínimos son en realidad servicios máximos, y que tienen el derecho a impedir la circulación de todo autobús que exceda esa cantidad mínima.

Naturalmente, esto es un disparate que ataca frontalmente el derecho a trabajar de todos los conductores que no secundaban la huelga. La policía se limitó a proteger dicho derecho y a impedir unos abusos intolerables por parte de unos piquetes demasiado acostumbrados a que se les permita tomarse la justicia por su mano.

Igualito, igualito que hicieron en El Corte Inglés y en otras empresas y centros comerciales. Los piquetes NO tienen derecho a perturbar el funcionamiento normal de una empresa. NO tienen derecho a levantar barricadas o cortar calles. NO tienen derecho a impedir que los trabajadores lleguen a sus puestos de trabajo si lo desean. NO tienen derecho a coaccionar a un empresario para que cierre su negocio. A ver si lo entendemos de una vez.

Lo único que reprocho a la actuación de ayer de la policía es que no se empleara con tanta dedicación en todas partes como en el Corte Inglés. Sin embargo, un aplauso para ellos.

Anónimo dijo...

Lo que tendría que haber hecho la policía en Murcia (la nacional y la local) es la huelga y darse palos a sí mismos. Que luego se quejan de que no les llega el pan para el fin de mes y nos dan la tabarra en los bares.