miércoles, 17 de octubre de 2007

La Caja de pandora de todos los murcianos / Francisco Poveda


Siempre he tenido la convicción de que el director general de “Caja Murcia”, Carlos Egea, vivía con el error subconsciente de que la entidad es una propiedad casi personal. Tal vez por eso se ha mal acostumbrado a no dar explicaciones o a soltar sólo lo conveniente a un consejo de administración bien macerado – incluidos los mudos sindicalistas - porque cobra la suculenta dieta antes de cada reunión, y está presidido siempre por una persona escogida por él mismo con la complacencia de los políticos de turno. Y por cierto, al que se la trae al pairo la vigente Ley de Igualdad para su composición.

Pero los tiempos son turbulentos y mucho más para los algo dudosos negocios en que se ha metido “Caja Murcia” durante los años del descontrol. Los rumores se han disparado este verano, coincidiendo con la crisis financiera de confianza y liquidez, sabido el riesgo sobredimensionado contraído por la entidad murciana en hipotecas a promotores, inversiones bursátiles más que inciertas y apuestas en suelo recalificable por doquier antes de la “reforma Zapatero”.

Ahora la duda alberga en muchos murcianos e impositores, que no creo se apresuren todavía a hacer cola para retirar fondos de las sucursales haciendo oídos a especies acerca de una creciente insolvencia con riesgo de “corralito”. En ese caldo de cultivo no es impensable que un cliente venado se persone en un juzgado de guardia a poner una denuncia si se le presentan algunas objeciones para un reintegro considerable.

Pareció muy extraño que en plenas vacaciones de agosto Egea llamase a “Onda Regional” para difundir un desafortunado mensaje de tranquilidad sobre el modelo murciano del ladrillo como horizonte económico todavía estratégico para esta región. Pocos días después estalló la “burbuja” inmobiliaria norteamericana y aquí, más que en otras regiones españolas, se precipitó un cambio de ciclo en el sector.

Y ya no se le ha vuelto a ver ni a oír en los medios subvencionados, excepto para desdecirse en voz baja, sin pudor alguno ni, por supuesto, en los alternativos más profesionales y libres, aunque Egea haya pasado la mayor parte del tiempo canicular en su despacho de Murcia con una sola gran escapada final para no volverse loco con las preocupantes noticias de las “sub prime” llegadas desde Wall Street.

Pero debe volver a hablar y, en esta situación extraordinaria, le corresponde hacerlo alto, más que ante un Consejo de Administración domesticado, en la Asamblea Regional, que no es un guiñol aunque pueda parecerlo, también antes que para los periodistas de su pesebre o frente a los consejeros por muy “don tancredos” que sean.

Su mensaje motivado de tranquilidad se ha de irradiar desde allí para conjurar cualquier proceso desbocado del que luego tuviéramos todos que lamentarnos, comenzando por las 2.000 familias de los empleados. Porque es un axioma en comunicación corporativa que el silencio no es rentable y que los rumores tienen en la opacidad su mejor sustrato.

Por eso precisamente tiene que comparecer cuanto antes, al igual que ha hecho el gobernador del Banco de España, Fernández Ordóñez, ante la comisión correspondiente del Congreso de los Diputados y el Senado, en Cartagena y decir toda la verdad. Se trata, en definitiva, de ejercer esa transparencia-antídoto que piden todos los días a gritos, desde el FMI hasta el Banco Central Europeo o la Reserva Federal, y que nunca ha sido el punto fuerte de la gestión de Carlos Egea al frente de “Caja Murcia”, que todo es preciso decirlo ahora.

Esa transparencia es más que obligada en estos críticos momentos (aunque no se la exijan el presidente Valcárcel, que es un ignorante, ni Inmaculada García, la consejera de Economía, que sí sabe), porque el efecto no deseado es que se ha mutado a una crisis de solvencia, no tan pasajera, alimentada por la desconfianza mutua que ahora existe entre bancos y cajas a la hora de prestarse dinero unos a otros.(Por cierto, ¿quién le está prestando a “Caja Murcia” dinero en el interbancario?) Porque, como cualquier entidad de crédito, busca liquidez desesperadamente todos los días.

Por eso es una crisis avivada que afecta a la economía real de todos los murcianos, tengan o no una hipoteca, porque es mundial, norteamericana, europea, española y también murciana con sus agravantes aunque Egea, en principio, no quiso reconocer que le temblaban las piernas de sólo pensar la que se avecinaba, informado en persona por la CECA, por una excesiva concentración de riesgo de morosidad inmobiliario, que a “Caja Murcia” ya le valió en primavera un primer expediente, con fuerte multa, del Banco de España.

Sus motivos comenzaba a tener después de haberse orientado durante años la principal dedicación de “Caja Murcia” a operaciones especulativas con grandes compras de suelo rústico de secano para luego lograr su recalificación urbanística a base de influencia política con los dirigentes murcianos del Partido Popular en el poder de San Esteban.

Y todo eso captando, en Caimán, República Dominicana, Miami, Italia sur o en cualquier otra zona “off shore” del planeta, fondos especulativos, realizando inversiones de gran volatilidad, e involucrándose en sectores de fuerte e inminente crisis previsible. ¿Ha llegado a emitir “Caja Murcia” o alguna filial en el exterior, que escapa al control del Banco de España y de la Agencia Tributaria, participaciones preferentes para colocar en esos ávidos mercados? Egea debe contestar sin titubeos ni medias verdades.

¡Qué eufemismo, por su parte, denominar proceso de ajuste a la debacle del sector murciano de la Construcción visto lo de Llanera! ¿Cuánto valen ahora todos esos activos en suelo improductivo que acumula “Caja Murcia”? ¿Cómo anda la morosidad de promotores de nuevo cuño apadrinados, y hasta jaleados, por Egea?

Porque hay rumores alarmantes que disipar al no haber podido titularizar toda la deuda hipotecaria (lo digo por la de “Polaris”, con quien no desea cargar nadie), eso merece por su parte una urgente explicación pública a los verdaderos dueños de “Caja Murcia”, algunos de los cuales se preguntan, no sin cierta malicia, sobre una eventual existencia de opacidad fiscal en el crédito sindicado de mayor volumen de la historia en España y su posterior asunción parcial de deuda por cuenta de los suizos.

Puede aprovechar su presencia en la Cámara para explicar con todo detalle, hasta sonrojar a los murcianos decentes, las claves de la aventura de nuestra “cajita” por el paraíso fiscal de las islas Caimán y desvelar si seguimos, o no, todavía en aquella cueva de piratas del Caribe haciendo Dios sabe qué, y en qué medida hemos involucrado al Crédit Suisse como último eslabón de esta cadena de despropósitos por los caminos inexplorados - y sin reglamentar - de la globalización financiera.

Y, de paso, revelarnos a todos el balance, real y sin maquillajes, de la cartera industrial de la entidad, después de la metedura de pata con “Vueling”, para saber el montante de las pérdidas, cómo y con cargo a qué partida se ha jugado así con el dinero de los impositores. Cabe recordar en este punto que no se puede invertir, por ley, más del 20% de recursos propios por parte de las cajas de ahorro debido a su finalidad estrictamente social.

¿Qué experto o expertos han recomendado, pues, comprar esas participaciones, en base a qué criterios y dónde están los respectivos planes de viabilidad de esas mercantiles participadas por “Caja Murcia”? Todo esto ha de explicarse también para que nadie albergue la más mínima duda y persista la presunción de inocencia sobre el director general y el resto del Consejo de Administración, que pueden llegar a responder con su propio patrimonio por decisiones que afecten negativamente a la masa patrimonial de la entidad.

Por ejemplo, ¿quién ha garantizado que Aeropuertos de Murcia S. A., Autopistas del Sureste S. A., Vueling S. A., o Polaris World S. A. no eran inversiones de alto riesgo? Es el dinero de los impositores con el que se está jugando y no con la fortuna personal, que existe y me consta, del propio director general.

Y se ha hecho cuando ya se apreciaba, por cualquier observador avisado, demasiada concentración de riesgo, oh casualidad, en suelo, ladrillo e hipotecas porque escaseaban clientes para comprar tanta vivienda, rentabilizar autopistas de peaje en zonas casi despobladas, llenar vuelos “low cost” fuera de temporada y dar sentido a nuevos aeropuertos cerca de otros ya muy consolidados, como El Altet.

Antes de que se piense que, al final, la gestión de Carlos Egea puede haber resultado un verdadero desastre, él mismo debiera adelantarse a los acontecimientos que se intuyen en la lontananza de “Caja Murcia” y entonar un “mea culpa” por haber querido seguir a los grandes pensando que sabían mucho atajo.

Nunca más se debiera tratar de ganar tiempo con las malas prácticas que, al final, resultan las ruedas de prensa trucadas al presentar unos resultados anuales maquillados ni exhibir calificaciones de riesgo pagadas a impostores y que, con la crisis hipotecario-financiera global, han quedado al descubierto y desacreditados por el propio sistema. La insolvencia punible es un tipo penal que lleva aparejada en España pena de seis años de cárcel, no hay que olvidarlo.

Tampoco resultaría pintoresco poner a disposición de los señores diputados autonómicos, como máximos representantes de la sociedad murciana, las actas de las últimas inspecciones del Banco de España en “Caja Murcia”, a instancias del abogado Diego de Ramón ante tal concentración de riesgo acumulado, y darles a conocer las últimas recomendaciones particulares de la autoridad monetaria nacional a nuestra primera entidad de ahorro.

Sería particularmente tranquilizador para impositores, clientes y murcianos en general, que Egea Krauel revelase cuáles han sido los pasos a dar por indicación del Banco de España y las nuevas provisiones para insolvencias a que se ha visto obligada “Caja Murcia” por esta intervención “de facto” del banco emisor, que ya ha pulverizado literalmente su cuenta de resultados del ejercicio 2007.

Hay quien apunta desde instancia autorizada que el final de una “Caja Murcia”, ciertamente “tocada”, será la fusión por absorción de otra Caja mayor. La CAM y “Bancaja” también andan más allá que acá por parecidas prácticas heterodoxas pero en el horizonte vuelve a vislumbrarse “Caja Madrid”.

La única entidad crediticia que queda con domicilio fiscal en la Región es “Caja Murcia”. La Comunidad Autónoma no puede, ni debe, quedarse sin una Caja propia vista la experiencia histórica sufrida con la CAM. Es imperioso evitar esa, o cualquier fusión, por ausencia de viabilidad de lo último que nos queda. Porque sin esa “soberanía” financiera, la autonomía política puede ser falaz.

Carlos Egea Krauel tiene ahora la responsabilidad, la decisión y la palabra porque “Caja Murcia” es, en gran medida, obra suya aunque hoy se percibe algo a la deriva un barco que es propiedad de todos. Pero es él quien está, y estaba, en el puente y el que debe responder ante el armador y todos los “accionistas” de esta naviera denominada Región de Murcia S. A., hoy convertida, ciertamente, en una caja de pandora llena de sorpresas.