miércoles, 21 de febrero de 2007

El "camello" de Palacio o el alto consumo de cocaína por una parte de nuestra clase dirigente


El consumo de cocaína entre determinada clase dirigente murciana se ha disparado de forma imparable en los últimos meses, según contrastadas fuentes gubernativas y sanitarias que declinan señalar a nadie en concreto pero dan suficientes pistas como para poder caer en la cuenta con escaso margen de error. La opinión pública se sorprendería de algunos consumados cocainómanos entre la gente que sale en la televisión, "colocada" para poder decir tanta mentira. De hecho, famosos hombres de negocios de última generación ya sufren también los tempranos efectos crónicos de su "éxito".

No en vano, ha hecho fortuna en determinados círculos de la capital regional, el apodo del "camello" de Palacio para referirse de modo especulativo a un determinado político, en actitud de fuga, en el que es más que evidente como los ojos parece que han comenzado a salírsele de sus órbitas. Basta con un mínimo ejercicio de observación semanal, para saber de quien se trata. Porque lo de "camello" tiene más que ver con sus nuevos ojos saltones descentrados que con lo que lleve, o no, en sus alforjas y eventualmente le pueda "pasar" a un compañero que esté al borde de un ataque de nervios o sumido en una lógica depresión preelectoral.

No es el único ni será el último que centra especulaciones. Necesitan algunos evadirse de su realidad y creerse sus propias mentiras. Vivir en un mundo imaginario para no pensar qué puede ser de ellos a la vuelta de tan sólo unos meses. Ya pasó hace tres años lo inesperado y se pudiera volver a repetir. No pocos necesitan hoy pastillas para dormir, bastantes no pueden mantener relaciones sexuales con normalidad desde hace meses y los hay con trastornos psíquicos severos ante tanta incertidumbre desatada por los rumores constantes sobre la inminente acción de la Justicia. Un drama, eso de no conseguir erecciones pensando qué será de uno si no se ganan las elecciones por culpa de un fiscal, más que prudente, escrupuloso hasta desesperar a los impacientes más curtidos en la espera.

Si a nivel de base social doblamos oficialmente la tasa española de adicción a la cocaína, con un 6,1% de la población murciana "enganchada", hasta ponernos los primeros en su consumo y con tendencia reforzada a mantener ese liderato nacional porque hace diez años nuestros cocainómanos eran la mitad, entre la clase dirigente de la Región de Murcia el porcentaje ahora no bajará del 20%, según estimaciones oficiosas de los especialistas en funcion de quien a diario acude a sus consultas de psiquiatría. Muchos dirigentes se aterran de pensar que puedan perder su actual estatus alcanzado, por no saber cómo financiar luego esta gravosa adicción adquirida como precio por la púrpura, en cuyo pecado llevan la penitencia aunque el consumo de cocaína no sea delito en España.

El forzado ritmo de vida, la competitividad mal entendida, la apariencia a cualquier precio, la ambición de poder y la codicia desatada por la posesión ilimitada de bienes terrenales, aparte de compromisos hipotecarios desmesurados e inciertos en su final, son los motores de ese consumo vicioso, del que ya nunca se deja de ser esclavo aunque en el 50% de los casos tratados se pueda disminuir el alto grado de dependencia que algunos llegan a alcanzar. Bastantes fortunas clásicas de esta región se han ido ya a pique en la última década por la cantidad de dinero necesaria para mantener tanta adicción, y durante tanto tiempo, por una intensa vida social. El "Red Bull" o la "Viagra" son un chicle de menta comparados con el riesgo de la cocaína y por eso la clase dirigente se surte de "camellos" seguros por garantizar un producto de la mejor calidad.

En la Región existe un gran negocio local en torno a la cocaína; tanto, que obliga a blanquear semejante beneficio. Y, a su vez, tanto dinero fácil ha traído tanta cocaína a gran escala. Hombres y mujeres en la cuarentena, en una proporción del 60-40, son ahora el grueso de nuevos consumidores en el segmento de la clase dirigente y no tanto. Aquí esnifan hasta algunas secretarias y, por sectores, en general hoy se llevan la palma la promoción inmobiliaria y la construción, seguidas de determinados políticos y unos cuantos altos funcionarios, entre los 35 y los 55 años. Pero negociantes, gobernantes y esos altos funcionarios, consumen ahora, regular y crecientemente, según fuentes de la Fiscalía. Hasta se adivina el caso de un supuesto periodista, se sabe también muy "enganchado", por escribir lo que escribe habitualmente en un colorín.

Murcia, Molina de Segura, Campo de Cartagena, Lorca y comarca del Mar Menor son las zonas en las que se concentra el mayor consumo dentro de la Región de Murcia. Pero cocainómanos los hay hasta en Moratalla. Los dependientes murcianos del "polvo blanco" hacen lo que sea para asegurarse el suministro y su financiación asociada. Se observa, incluso, prostitución encubierta de altura en "respetables señoras" de la sociedad murciana para poder mantener su exigencia y nivel de consumo.

Sexo, alcohol, poder y droga, también en Murcia, van inexorablemente unidos y de ahí los efectos secundarios graves que se observan en hombres y mujeres, relativamente jóvenes, más incardinados ahora en el mundo de la especulación urbanística. Infartos de miocardio y derrames cerebrales están a la orden del día entre esos nuevos consumidores que necesitan mantener un ritmo tan alocado y de frenética actividad las veinticuatro horas, sostienen los médicos sin ningún género de dudas.


La única preocupación de los sectores más responsables de la sociedad civil es en manos de quien podemos caer con ese 20% de adicción entre la clase dirigente murciana. Porque se tiene claro que alguien ya, desde algún despacho y desde hace una década, controla, por su no adicción, a los cocainómanos con cierto poder y procura que nos les falte la cocaína para alimentar su abulia y hacer crecer su dependencia hasta cercenar totalmente su libertad de pensamiento y acción.

No es descabellada la hipótesis de que existe hasta quien financia, y refinancia, la adicción con la garantía de bienes personales o de prestarse a lo que haga falta si llega el momento oportuno de demostrarlo. El que intenta "escapar", con ayuda de su familia, engrosa las colas de fín de semana para un tratamiento ambulatorio en clínicas especializadas de Madrid y Barcelona, y sueña con volver a ser "libre" después de un año u año y medio de una esperanza, más o menos, cierta.